Filosofía simple de vida (Post invitado)


Cuando le pido a mis escritoras invitadas que le cuenten a mis lectoras cómo han trabajado en su desarrollo personal, me sorprendo al ver cómo todas coinciden en un mismo aspecto: el autodescubrimiento; toman sus historias de vida con mucho amor y las convierten en puntos a su favor, tal como nos lo cuenta Marisol, quien nos entrega una hermosa lectura de superación personal y la ha convertido en algo grandioso, en una filosofía de vida, te invito a leerla con detenimiento, así que aquí te dejo sus maravillosas palabras.

Nací en el año 1960, en una sociedad rural, donde la mujer siempre estuvo discriminada y relegada a la opinión de lo que dijesen no sólo su familia, sino también su marido, amigos, vecinos y en líneas generales la sociedad. Crecí en un ambiente familiar donde no tenía permitido resolver por mí misma mis situaciones o conflictos personales, familiares o de interacción social, sino que eran quienes me rodeaban quienes decidían y me decían cómo, cuándo y dónde tenía que resolverlos. Es decir, desde mi infancia, mi experiencia vital anduvo descalza, por el sendero que las demás personas dibujaban, según “Con Amor”, para mi crecimiento y desarrollo personal.

En la primera etapa de este peregrinar de la vida, maniobrada como títere por los demás y a lo largo de ese sendero, sentía en cautiverio la frescura de mi niñez y la espontaneidad natural, que cada infante trae consigo al momento de nacer, para resolver dificultades que le ayudan a evolucionar hacia la adultez. Desde mi cautiverio emocional me percaté, que todas las dificultades de mí día a día, y que todos resolvían con extremada urgencia y dificultad, no eran más que simples eventos naturales que no necesitaban intervención o sencillos de resolver. 


A lo largo de esta misma etapa de experiencia vital, observé cómo cada una de estas personas que trataban de resolver mis conflictos tanto internos, como externos, lo complicaban sin cesar (mientras más opinaban e intervenían), y aquello que era tan simple, natural y sencillo en mi interioridad se iba convirtiendo en una compleja especie de maraña, hasta no tener a sus juicios solución; llegando al extremo de recurrir a la ayuda especializada del “Psicólogo” o la “Correa”. Muchas de éstas conductas y actitudes infantiles que observé durante mi infancia, pudieron ser resueltas tan sólo, con un abrazo, un beso, un te quiero o simplemente con una mirada, una sonrisa o un “¡Dime!”, de papá o mamá.

Aguijoneada por la manipulación emocional de mi infancia, cuando llegué a la adolescencia -aún manipulada- desconocía el significado de autonomía emocional y personal, no daba un paso y menos tomaba una decisión importante, si otros no opinaban y me indicaban el camino a seguir. Mi inseguridad, comenzó a crecer como una robusta hiedra, arropando mi amor propio y mi libertad emocional. En esta etapa, presenté severas dificultades para comunicarme con mis pares, para tomar decisiones propias sin ayuda y para expresar con fluidez y claridad mis sentimientos. Ante los abusos emocionales a los que fui sometida un montón de veces por personas a las que guardaba afecto, preferí la impunidad del silencio, ya que necesitaba saber qué decirles.

Fue cuando nació la frustración de no tener la personalidad extrovertida, comunicativa, espontánea, segura, directa y autónoma como la de mis amigas (os), con los que interactuaba y resolvían sus dificultades y conflictos. Me había convertido en una discapacitada emocional, que necesitaba ayuda ajena para expresar sentimientos adecuadamente y tomar decisiones propias. Fue cuando tomé severa la decisión de aislarme física y emocionalmente y pasarle doble llave a mi yo interior.

Cuando cumplí la mayoría de edad, ya cursaba estudios universitarios; seguía presentando dificultad para comunicarme. Con frecuencia mis conversaciones con personas de confianza o no, sonaban más a consultas: ¿Qué crees que es mejor…? ¿Cómo resolverías tú…? Sin embargo, durante el periodo de transición de la adolescencia a la adultez y luego de un profundo proceso de reflexión interna sobre el por qué, yo no podía resolver las dificultades y conflictos emocionales de mi vida de manera fluida y sin ayuda externa, me percaté que aquellas personas no sólo trataban de resolver mi vida y hacerla más fácil, sino que además, trataban a través de mí, resolver sus propios conflictos internos aún no resueltos. Esas mismas personas se encargaron de manera consciente o inconsciente de complicar mi simple, sencillo y natural vivir, en algo complicado, complejo y desagradable.

Filosofía simple de vida surge para aprender a construirme como persona. Empecé por desaprender y aprender un nuevo modo de vivir y disfrutar la vida en su día a día. Bastó una simple mirada a mi experiencia vital para darme cuenta de que somos los seres humanos quiénes complicamos nuestras propias experiencias de vida hasta convertirlas en miseria. Al recorrer toda mi historia desde la infancia hasta la adolescencia; así, había sido. Aquello, que ahora veía como algo natural, simple y sencillo, había sido enredado y complicado por todos los adultos, que intentaban tomar por mí la mejor decisión de actuar o decir. Pude ver sin dificultad, lo simple en lo complejo.

Fue entonces cuando empecé a enfocar y resolver de manera simple, sencilla y natural, todo aquello que algunos, aún siguen llamando “problemas” o “conflictos”, que pueden alterar nuestra paz, tranquilidad o bienestar interior. Empecé a entender e internalizar que tendemos a complicar la sencillez de vivir, porque aún tenemos conviviendo con nosotros muchas situaciones emocionales internas sin resolver.

A las situaciones del diario vivir, somos también nosotros mismos quiénes le asignamos la categoría de “problema” y qué conductas frívolas, banales, superficiales, así como traición, mentira, ira, prejuicios, doble moral, soberbia, arrogancia, rencor, venganza, resentimiento, hipocresía, envidia, mediocridad, deslealtad y deshonestidad, entre otros, atentan contra la simplicidad de vivir.

Ejercitar mi Filosofía simple de vida, ha implicado deslastrarme de de ciertas actitudes y patrones de vida que he venido cultivando desde la niñez, bien por imposición de educación familiar y social o como conducta aprendida por otros factores. He tenido que asumir una actitud y tener una aptitud frente a las situaciones incómodas de vida que usualmente puedan presentarse.

A lo largo de mi vida, fui construyendo mi Filosofía simple de vida y que no es otra cosa que encontrar con humildad la belleza, lo positivo, lo bueno en todas las cosas y ver siempre lo simple, lo sencillo y lo natural en aquellas cosas que apreciamos o por simple apariencia nos parecen complicados. Fue importante sincronizar a nivel mental y emocional este nuevo modo de vivir, porque a partir de ahí, empecé a rechazar las situaciones o comportamientos que tendían a complicar las cosas. Fue cuando me di cuenta que todos nuestros conflictos tanto internos como externos, son tan sencillos y naturales como la vida misma.

Me di cuenta que la vida es un manantial, un fluir de aguas de sabiduría que nosotros nos empeñamos en estancar. Siempre colocamos diques para que la misma no corra y termine ahogándonos. Filosofía simple de vida más que un don, es una virtud, que requiere la ejercitación constante del amor y el discernimiento.

Mi Filosofía simple de vida es parte de ese manantial de sabiduría de vida, que fluye de manera natural, sencilla, simple y que ante las situaciones consideradas difíciles en mi experiencia vital, tomo con mis manos un poco, la bebo y refresco mi energía positiva vital.

La Filosofía simple de vida no es más que un estado interno, una actitud/aptitud positiva, frente a las situaciones con las que tenemos que lidiar en la cotidianidad. Es vivir el día a día en naturalidad, simplicidad y sencillez del alma.

La Filosofía simple de vida surge en un momento de mi vida en el que el camino dibujado por los demás llega a su fin, y soy yo la que tiene que empezar a trazar su propio camino de simple vivir.

Marisol Gazcón es Licenciada en Educación y Abogada, egresada dos veces de la Universidad Central de Venezuela. Educadora con 34 años de servicio activo. Fundadora, creadora, ejecutora y diseñadora de estrategias educativas y pedagógicas del Proyecto de Investigación llamado Más Cultura, Cero Violencia Escolar. Organizadora de eventos y jornadas didácticas, educativas y pedagógicas para la construcción de la cultura de paz escolar a través de la sensibilización artística. Orientadora y motivadora de adolescentes de embarazo temprano y madres de temprana edad. Canta autora y compositora del álbum Cocuyos Musicales Venezolanos. Fundadora y presidente de la Fundación Cultores de Paz. Sigue su Filosofía simple de vida aquí y síguela también en Twitter.
 

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